tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

16 diciembre 2007

espuelas

Esta tarde terminé la última de las entregas. Ayer en la tarde entrada en noche miraba mi pantalla de ordenador, escrutando y maldiciendo no tener tiempo para terminar a tiempo. A mi alrededor bullían los estados de ánimo vivaraces y secos: con caras rígidas pero alegres, la gente recogía apresuradamente para ir a una conclusiva fiesta que abría la navidad. Yo permanecía ficticiamente impávido a ese último remolino. Esta tarde terminé la última de las entregas y la sala a doble altura donde nos mezclamos, sospechamos y trabajamos estaba sóla.

Me gusta la intimidad de los lugares que están comenzando a ser ajenos. En ellos se mezcla algo aspero y amargo, con un dulce sabor final . Como un diente recién caido; como cuando uno se muda de piso; o como cuando uno deja sus zapatos viejos y queridos, cuidadosamente, en la basura. La sala a doble altura parece un remolino de hojas post-otoño y todavía quedan charcos de personas (yo entre ellas) que cerramos etapa.

Lo animado anima las cosas: el cling del ascensor no tiene ahora auditorio, y ya no tiene sentido que la puerta de la sexta planta siga cedida. El edificio, antes bella dama entrada en años, parece ahora sencillamente viejo. Los colegios en verano son una verdadera obra de arte.

Así vuelvo a casa a recoger mis cosas para volver, en un par de días, a casa. La nostalgia y el impulso vuelven, de nuevo, a latir en bypass. Entra memoria, sale experiencia, entra aire, sale aire. Me mantengo respirando mientras el tiempo late,