tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

26 diciembre 2007

lazo, vuelta, lazo

(aparte de todo he puesto la versión björk y radiohead de unravel, para exegetar)

en cuanto entré en la 7 de JFK comencé a oler algo. La cola del vuelo de Iberia estaba llena de españoles, que orgullosamente se habrían llamado íberos. El periodista que algún día no tuvo entradas ni gabardina cabizbaja; el chaval de nariz pelada por el sol de Navacerrada; las chicas de corte barcelonés la pareja internacional él con cuello vuelto y ella fue tan hermosa; una estudiante desapercibida entre los pasillos de la Complutense; un novio de Madrid y su chica puro glamour; una madre soltera? y su hija soltera las dos muy independientes (entre ellas quiero decir); un chico casi francés algo americano pero español de cabo a rabo, con la ropa del guitarrista de la Oreja de Van Gogh.

Se nos nota sobre todo cuando estamos en grupo. Cuando estamos en grupo estamos muy orgullosos de ser quienes somos, y en seguida organizamos los molinos de viento como la Isla de los Famosos. Acababa de llegar de varios kilómetros de infraestructuras roadadas (arterias vivas urbanas) y de una parada de metro (equivocada) de Queens y de un taxista Pakistaní y de luces de neón,
y llegué allí y lo ví de nuevo después de tantos meses, instantaneamente: esa España mía esa España nuestra. Aun Quijotes siendo Sanchos, presumimos de un reino que sólo lo es para nosotros. Eso me llena de esperanza y de congoja.

La llegada a Barajas volvió a cerrar otro lazo que unía dos cabos que no sabía había prendido: el Metro es silencioso como una caricia, rápido disciplinado; la gente se adecúa a su asepsia. Comí con lorenzo en la ciudad de Telefónica, en la que había tantos metros cuadrados de vidrio impoluto... En Nueva York no hay espacio para nuevos paisajes y un nuevo empezar empresarial: lo único posible es la eclosión.

Un Madrid sueco de cuando las suecas venían a España me llevó a Chamartín, garage y despensa de la vida cotidiana de los migrantes. Me voy a Jaén en un tren modesto, contemplo el paisaje que no ha cambiado, el tedio de los postes de teléfono, el preludio del sueño. Mi familia me esperaba y yo me alegro, hay un Nuevo Corte Inglés y a eclipsado todo como en La Caverna de Saramago, me tumbo levemente y duermo.

Al día siguiente vuelvo a Sevilla y la encuentro tan mágnífica como siempre. Mientras bajo las escaleras laterales de Santa Justa reparo en su drama y belleza: por mucho que quiera siempre discutirá si el arabesco o la linea recta. La ciudad matiene la tensión de pretendida rectitud pero de incorregible guiño y me dirijo a una placita como las de siempre donde el guiño ganó pese a la normativa.

Noche agradable y desfondada en Sevilla y vuelta a Jaén y vuelta a Bailén. Me doy cuenta mientras vuelvo que yo lo que quería sin saberlo era atar - y no sólo estirar - cabos y extremos. Recién llegado, la explosión de ida y la explosión de vuelta me reafirman un martillazo extraño y prometedor que pone al presente mas acelerado donde pensaba: fuera de donde pensaba.