tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

11 marzo 2008

sao paulo primeiro

sobre todo muchas cosas imposibles de recordar. El edificio del aeropuerto trajo de golpe lo que deberia haber visto solo en Niemeyer, y empec~e a sorprenderme. Calor, una escala para dos primeros mundos y un pais tan salvaje como la fruta de la cachaça. Me vino bien no tener tiempo para pensar en el viaje y me di cuenta de que no creia posible sorprenderme.

Sao Paulo es una ciudad metropolis diferente: por eso es una ciudad muy cosmopolita. Es casi como cualquier metrõpolis, pero no es en absoluto cualquier metropolis. Sus paisajes urbanos cambian y uno encuentra en cada pedazo de ciudad, a cada parpadeo, un numero de contradicciones que despeinan la conciencia. Palmeras, rascacielos de carpinteria roida, cocos, jaguar, puente, igreja do seculo XVIII, montaçnias, jardin, mulatos corbatas pepsis modelos platanos fritos veloso atasco tos meninas sol de verano en marzo. Todo tiene una escala doble: estaba hecho para las grandes masas. Pero las masas han sido tomadas por la gente, que colorea de homeins el paisaje hecho de hormigon. Hay una perfecta correlacion entre hombres y objetos, y nunca habria sido la esperada. La arquitectura moderna de Sao Paulo tiene una escala que solo es encajada por un espiritu grande; ese hombrecillo con sandalias de goma negras y piel cafe y sudor es ese gran hombre. Las librerias estan tomadas, igual que estan tomados los museos de visitantes y las aceras de vendedores ambulantes.

La camara de fotos resultaba cansina y mãs que cansina inutil. Intentaba corregir los angulos para darle un toque abstracto a las imagenes: una manera de suplir la multidireccionalidad de la vida Paulista. Omnidireccional, exhuberante, catastrofica

y sobre todo,
potente.

Como un corazon perseguido. Como un chaval jugando descalzo. Como un sarampiõn. Como diez nostalgias, como cien celebraciones. Desde la azotea del edificio ( ) de Niemeyer vimos un paisaje que doblaba Manhattan. No hay un grid y alla a lo lejos rascacielos tropicales de viviendas se funden con la naturaleza, el desorden y lo ambicioso. En el restaurante de la Torre Italia veiamos pasar los helicopteros negros sobre el cielo de tormenta y el vendaje inacabado de la urbe. Ciudad sin final, sabor sin pausa, cadencia de formas. La humedad el trõpico y sus hermosas cadencias curvas me trajeron recuerdos de otras tierras y de algun otro oceano en el que vivir, aunque parezca imposible, resuena diferente.

El desorden de esta ciudad me ha dado gran alegria. Es un desorden incalificable. Invoco al mito de Babel, de forma ya repetitiva, como la (unica?) forma de cifrar los aciertos; una sobrecarga de sonidos; poemas vegetales hecnos de carne; otra valvula exhortando. Creo que Sao Paulo resiste, como lo hace el hormigõn titanico de Lina Bo Bardi, la decadencia que ya oscurece Paris.