tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

22 marzo 2008

noche

Por suerte o por desgracia el avi'on que se dirig'ia hacia New Jersey deb'ia hacer primero escala en Sao Paulo y luego en Houston. Comenzaba a ser de noche y comenzaba, la ciudad, a transformarse en un vasto objeto tililante. No sab'ia porqu'e, Rio me hab'ia seducido menos que Sao Paulo. Tiene playa y mas samba y, pese a ello, Sao Paulo me había enamorado. En Rio lo local y lo extranjero se simbiotizan en una nueva ecología turística; su fachada (Copacabana e Ipanema) es lo que deja de ser propiamente Rio: Mar. Pero encontraba esto algo irrelevante. Ten'ia algo de Torremolinos y algo de eco. Se pod'ia ver en los falsos techos y en las curvas psicodelicas de los espejos en los bares. Los ocho millones de R'io no aparec'ian por ninguna parte. Lo más patente era lo invisible.


I


En el avi'on por la noche, por el contrario, pude ver el verdadero cuerpo del Rio de Enero: una mancha vast'isima de luz que se extendia hacia el norte como si fuera vaho de la tierra. Copacabana Ipanema El Centro Lapa, ellas son pequenias sonrisas blancas de niño aqui al sur, mientras el avión gira con su elipsis característica sobre el resto de la ciudad naranja. Si se me permite cosmetizar el término, Rio aparecía como una dama de posindustrias. La ciudad venía dada por su invisibilidad y la ciudad era sobre todo su escala. Lo demás era lo moderno, lo que la ciudad quería ser o representar.

II

En una hora el avi'on sobrevolaba Sao Paulo.
Sao Paulo no tenia forma. Llegaba a todos los lados; a todos los lugares de mi vista. Con filigranas irregulares pero de cierta isotrop'ia. La misma densidad por todas partes. Como si ocurriera un éxodo omnidireccional. Cubriendo unas faldas que no acaban.
Sao Paulo no tiene forma ni fachada y no s'e porqu'e eso me da cierta esperanza. Quizás porque no permite cosmetizar la palabra posindustrial e imaginar otras. Quizás porque parece una nueva aleación, quizás porque es fuerte.

III

Las lucecitas de Houston las vimos al amanecer americano del avión que nos traía al norte. Eran más ricas. Eran más estables, pero eran menos fuertes. Parecía que resistieran mejor crisis que revoluciones.

IV

A las una de la tarde una luz blanca pintaba el mar suburbano de New Jersey. Mecido contra el duermevela de los aviones y las estaciones, me parecía reconocer la normalidad entre aquellas trazas. El avión giraba en un gran círculo para aproximarse a Newark, y la blancura comenzaba a tomar tonos verdes marrones y aluminio. Los campos de Deportes con sus colores sintéticos y las carreteras con su escala excesiva. El avión se acercaba, tocó el firme, finalmente se estaciona: estamos de nuevo en tierra.