tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

20 febrero 2009

Nueva York 2: vivace

Aunque siguen sonando sonidos de helicópteros golpeando el suelo de un aeropuerto;
aunque esos sonidos y las máquinas y las probabilidades son los verdaderos personajes de esta ciudad;
aunque todo eso pasa y aquí ya no somos más que trozos de vidas por arreglar en una matriz de condiciones de contorno;
aunque todo eso la gente suda más que nunca.
Sale a borbotones por el metro,
se pelea en los carteles publicitarios,
se mata en los despachos de cualquier corporativa,
reclama con huelgas de celo más horas de deseo,
vuelve como legiones de Edipos a salvar a su padre y a apuñalar a Brutus,
a apuñalar al Cesar,
a salvar al Cesar.
Ejércitos de móviles de iPhone reclaman su independencia y manifiestan su pertenencia al mundo de los códigos,
luchan por la legalidad de lo equívoco,
por el sinsentido consentido,
por el sacrificio de almas que están inertes,
por la defensa de las microbacterias y por el fusilamiento de varias décadas de historia.

La sangre, que sale a borbotones de las bocas de Metro, se coagula en los miles de puntitos amarillos blancos naranjas y azules de los despachos y los pisos que condensan en esta ciudad una mole que se mueve con la turbulencia de un corazón de siete válvulas. Sin gracia, sin estilo, sin elegancia, sin estilográfica ni bigote ni bolcheviques ni una bohemia que los defienda, esta masa compacta se convulsiona y modifica el comportamiento de las cosas, las personas y de nuevo las cosas. Las calles se cortan y se abren, cientos de sándwiches se lanzan a las papeleras sin interrupción, hay dos manifestaciones opuestas al mismo tiempo y se confraternizan, arden árboles y los pájaros no se enteran.

Sólo toda la masa puede hacer una cosa y es continuar en el estado excitado, chocarse con las personas, seguir a las personas, amar y desentenderse de las personas, ir a los psicoanalistas, tener perros y escribir papers, odiar la ciudad y hacer yoga, perder peso y perder dinero, amar a los bares y entregarse a acentos rusos. La gente arde, está ardiendo, la isla entera está ardiendo y la ciudad y la gente no deja de arder por mucho que los presupuestos y los libros de conducta no dejen de decir que somos hermanos y que fuimos llamados por la naturaleza para permanecer en un estado de orden que llamamos racional. Aquí la naturaleza ha superado al deseo y la fuerza a la potencia: la rueda avanza sobre el coche, el motor se desprende de la máquina, el pensamiento necesita emanciparse de la vida: tiene que ir más rápido, mucho más rápido, esta máquina que se mantiene joven a una velocidad que oscurece a la propia luz,