tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

16 mayo 2008

primer mayo

Mayo 1, Entrega
Entrego el Proyecto en el máximo anual de excitación y estrés. Escenas que querré recordar hacen las pasadas semanas gustosas y difíciles: paseo por Riverside y fiesta de cumpleaños de Loreto con Adriana, hermosa charla con Smita y un viaje a contrapelo a recoger el paquete del Mac en el Bronx industrial. Todo parece impedirme dibujar como un condenado, cosa que hago a costa de tóxicas horas de noche. Algunos minutos de ansiedad me dicen que, en el Proyecto, hay algo más que el Proyecto en juego. Entre muchas ocurrencias, encuentro metáforas de dolor salvífico, y yo simulo ser sus gurús: la metáfora del parto y el nacimiento, la de la muerte y resurrección, la de los Iniciados y la sublimación. El proyecto está muy retrasado hasta la mismísima hora de la entrega, en la que los critics disuelven cualquier dolor (está Angelo Bucci, Andrés Jaque y Juan Herreros); después ya no es nada, el Proyecto se desvanece entre alegría y sudor y yo me duermo sin nada que guardar.

Mayo 3, Montaña
Vamos a “6 Flags”, un parque de atracciones de montañas y acantilados rusas (de ahí el video de youtube). Los colegas de Studio exhalamos toda la tensión de la última semana. Gritamos, nos reimos de susto y cenamos en Long Island. Más tarde, duermo como si hubiera venido de esquiar.

Mayo 6, Turista
Después de la entrega el estrés anaerobio se desvanece como un dolor nervioso. Nuevas tareas emergen como recuerdos a flote. Aun en Nueva York, me dedico a preparar el contraataque que haré a mi vuelta a Nueva York, dentro de 9 días. Tras tres meses de fidelidad interrumpida a Columbia, bajo a downtown durante el día. Compro regalos, voy a Chinatown, desayuno en Nolita, nos perdemos a propósito por Midpacking; paso de lado por Central Park, vuelvo a Cielo con Esther Cordero e Inma Cano!, reconozco a un antiguo conocido de Jaén. Lo que no hacía lo he vuelto a hacer.

Mayo 7, Avion
Aun somnoliento, veo a través de la ventanilla del avión la luz del amanecer, que me recuerda a las mañanas asustadizas de los inviernos de Jaén. Aun no del todo despierto en un avión dormido, debo estar confundiendo mis deseos y los conceptos: el color del cielo con Europa. La luz pálida y tierna de la ventanilla del avión me recuerda al cielo crudo del Día previo al amanecer.

Me siento así, temprano y de vacaciones, despertándome delante de un tiempo que aun no cuenta. Imagino que quiere decir que, finalmente, estoy terminando el Master. Van a servir la comida y la luz azul en el avión me recuerda cada vez más a un hogar acelerando su horario. Siento estar madrugando en una mañana de sábado tras una semana febríl de trabajo. El azul prístino e inocente que llega de la ventanilla me trae una primera imagen del breve occidente mediterráneo, que es en el que yo nací, lo cual es de repente relevante. El año que viene me quedo definitivamente en Nueva York, trabajaré en un proyecto o investigación (no sé muy bien cómo definirlo) de un Mercado que está en Ruiru, Kenya. Las alas batean con fuerza y quiero contárselo a mi familia, que me está esperando. Aun vuelo,

Mayo 8, Salón
Aun somnoliento, pregunto donde estoy: una voz familiar creo que me responde que en El Puerto. Tomamos gambas al ajillo en un almuerzo de más de una hora; la suciedad de estas calles no me parece tan sucia. Anochece en Cádiz y yo duermo en mi casa.

Mayo 9, Andén
El tren que me lleva a Jaén me permite compararme con lo que no cambia; las estaciones por las que pasa son muy modernas, y las personas que suben y bajan exhiben sus acentos nudosos. Ya en Jaén, tengo una recibida agradabilísima que temo se deshaga cuando vaya a dormir. Nos quedamos hablando de explosiones y propósitos hasta bien entrada la madrugada y ahora sí caigo agotado en la cama,

Mayo 13, Encarnación
Paso por la calle que une la Plaza del Pan con la de la Encarnación. Ando rápido porque llego justo a tiempo no sé a donde. Veo las caras, las hechuras arabescas de la calle, los colores en la ropa. Los adornos, los oropeles y lo moderno. Me doy cuenta de que ya soy un turista, fascinado por la belleza dual de la ciudad. Miro con cariño lo que no es mío: la cotidianeidad. Sevilla parece un hogar sacro para poblaciones deslocalizadas que defienden lo específico. Así se permite ser y no ser conservadora. El diseño gráfico, los bancos y la solería de las nuevas plazas, los pantalones color vino azulado. Oigo hablar muchos idiomas en personas que vienen del futbito o que se toman una caña.

Mayo 14, Local
Tomamos una tapa en un chiringuito y luego, apartados del viento frío que viene de la Bahía, cenamos. Ayer pasé por Jerez y hoy vuelvo a ver a Magdalena. Inicio el hábito que tendré que dejar mañana,

Mayo 15, Bahía
Vuelvo al Edificio de la Junta, que mira a la Playa de la Victoria. Le echo un vistazo al mar; es verdad que tiene reflejos de plata. Se fuma en los cafés, observo las arrugas hermosas de las pieles morenas que han crecido bajo la luz y la brisa. Una brisa de calma o broma tiñe los gestos de los administrativos, del camarero y de los tenderos a quién pregunto dónde está el autobús. La gente se saluda por la calle con una broma. La alegría que veo me recuerda a Sao Paulo, y a los ultramarinos bajo el Apartamento de Copacabana.

Mayo 15, Terminal
Con veinte minutos agradezco la visita de mi hermano y su familia en Barajas. El Aeropuerto es luminoso, inusitadamente tranquilo y con una cubierta de madera maravillosa y masiva que me recuerda a las palabras “bosque” y “desaparición”. Nos despedimos hasta pronto y corro hacia el avión.