tres meses de estancia en pnohm penh, con la tarea profesional de rehabilitar un edificio con cambio de uso, es la historia que ofrecemos contar de este occidental tan poco preparado a los hechos fantásticos, minúsculos y serenos que están por acontecer...

23 septiembre 2009

canto de ossanha

Volviendo de cenar en Mocotó - un bar de muy buena carne lejos de la ciudad y en pleno tejido urbano inmenso de São Paulo - observo con inseguridad la penumbra de las calles de parcheados de asfalto, de pieles tropicales, de verjas sin luz de fondo. La comida estaba muy rica, me sentía en un hotel de paso lejos de toda ciudad. Vamos con el coche atravesando una trayectoria que va del norte al centro. La zona metropolitana de São Paulo tiene unos veinte millones, y veo por la calle a algunos de esos veinte millones, que están siempre a distancia de contacto visual. Todos se consideran de allí; uno pregunta por la Marginal (la circunvalación) y todos hacen referencia a la misma vía.

Me siento inseguro en esa geografía de luces ocasionales y edificios vacíos. Esta tarde Danielli me paseó por el centro, visité Vila Madalena y su aire parisino, fui a una hermosa fiesta de DJ y jardín, estuve en la entrega de unas viviendas en la ahora conocida favela de Paraisópolis, ví de nuevo la paradigmática atracción de la samba en el bar Brahma.

Una atracción sigilosa, como la saliva de un depredador, hace un ruido seco y casi invisible. La música brasilera muestra cierto espectro de esa belleza, defendiendo el dolor y la belleza, la tristeza del amor que pasó, llamando al amor y al sufrimiento, al llanto y a la vida.