Esta ma'ana al levantarme a las 7 30 no repare en el exterior. Habiamos quedado a desayunar los tres del piso y cocinar esas tortitas que parecen creps hinchados y que llevan el famoso sirap (cyrup) por encima. Aunque nos tuvieramos que levantar antes, nos apetecia usar la casa como casa, y usar las sillas de la cocina, las galletas que no se usan, el cuchillo que mejor corta, abrir la ventana porque huele a aceite.
Elena me dijo que nevaba, y mirando en la ventana vi como gotas despeinadas. Mas dubitativas que pertinaces, algunas gotas se hacian lentas y volvian a caer. Con la incertidumbre adolescente de un frio que esta por cuajar, repare en la nieve. La ciudad cubierta de todo y sobre ese todo cubierta de blanco. Una purificacion. Una sencillificacion. El prologo de un suenio largamente esperado. Tregua, juego y radiadores en proximidad.
Ya en la calle con paraguas (y yo con ngabardina y sombrero) andamos hacia el dia cotidiano que recibe interferencias blancas y tamiza la visi'on. En silencio, sin peso ni voz ni codigo, el blanco es patente como silencioso y blanco es el perdon. Blanca y silenciosa, una elipsis empania a la ciudad; la moja. Igual que el agua refleja el llanto o la resolucion, la nieve refleja la calma. Inconscientemente una capa de calma adormece la conciencia excitada de los citoyennes. Las gotas de pajaro se posan en el cabello y se mantienen brillando hasta su humilde muerte.
La nieve es el aire no salado del mar. Lo mas simple trastorna a lo mas complejo; lo trastorna y, sin emitir un solo sonido, con un color que solo acaba de empezar, lo devuelve a lo sencillo.